Maniqueísmo político
Heráclito de Éfeso nos hereda un pensamiento de gran riqueza, nos dice que todo cambia a partir del movimiento al que está sometido de manera constante, el mundo cósico hace del ser una dialéctica de lo que es en un tiempo no lo volverá a ser, así en secuencia de “tuerca sinfín”; aclara que la dualidad de contrarios hace el parto de la realidad. El tema del saber se sitúa en el conocimiento inmerso en un cambio constante a veces armónico y otras disruptivo. En esa virtud el conocer se ha subordinado al devenir de manera que la verdad se ha ido encontrando en las épocas del pensamiento y sugerido sus propias interpretaciones, diversas teorías del conocimiento, lo que podemos conocer de las cosas, en razón a lo que las cosas son verdaderamente. En Heráclito la unidad es estable al esperar la lucha de contrarios. Lo normal es el cambio, el discurso explica lo necesario de ese cambio, cuya didáctica nos explica el cambio entre vida y muerte.
La sociología se abraza al cambio para describir, explicar, interpretar, el cambio social, concepto con el que se representa la transformación de componentes esenciales de una sociedad. Se produce una alteración de los signos sociales, los fenómenos no presentes, de las reglas de conducta, valores, virtudes…, formatos en que se disponen las estructuras de las organizaciones sociales. Los cambios tienen como equipaje sus propias reglas y teleologías, de manera que en los consensos se posibilita que integrantes del cuerpo social sean abanderados de los cambios sociales. El cambio pasa revisión en las aduanas de las causas naturales de la evolución humana, las culturales, las políticas, las económicas… que se realizan de manera lenta; otra manera del cambio se sitúa en la acción revolucionaria, de una crisis social deviene un movimiento que altera el orden para transitar, lo vivimos con la revolución mexicana, lo padecemos constante en materia tecnológica, económica… La generación de la “utopía” luchó por el amor libre, se reveló contra las formalidades y los papeles, contra la postración ante Dios para producir el instante teleológico el sacramento. El “amor libre” triunfó pero hoy se exigen formalidades y papeles de orden jurídico con sus efectos; de Dios ya pocos se acuerdan, solo de la fiesta.
Los cambios en el contexto de ideas morales y éticas son graduales. La lucha de revolucionarios contra reaccionarios es un paradigma de la Ilustración, pues los cambios que ésta propuso incomodaron a parte de la sociedad que no estaba de acuerdo, se les etiquetó: conservadores de la sociedad, cuya contrapropuesta fue regresar a tener a Dios como pilar del edificio social del ser humano y proveedor de su alma. Dios creador de “todo lo visible e invisible”, legislaba y legitimaba la vida. Se consideró insolente que la razón fuera más que lo sagrado y pretendiera matar a Dios. Empero, hay una lucha de contrarios: fe y razón.
Chateaubriand en 1819 puso en acción el concepto CONSERVADOR en la arenga política, se refirió a la oposición a los ideales de la revolución francesa, de la misma manera que al pensamiento revolucionario de la Ilustración, Kant lo explica en ¿Qué es la Ilustración?, dice “la ilustración es la salida del hombre de su culpable minoridad, es minoridad la incapacidad de valerse de su propio entendimiento”. Una realidad fue que el conservadurismo se convirtió en un movimiento social, alzó su voz.
La agenda que impone, en la alborada del día, el Jefe del Ejecutivo Federal, tiene más de un año acuñando una polarización entre revolucionario y conservador. La verdad hoy es casi imposible reconocer a ambos, ninguno contiene el carácter y posibilidades reales, no mediáticas, de constituirse como tales. “Ergo”, es un debate sin debate, revisemos los signos, ¿quién impide los cambios?, los gobernantes, los gobernados, o ambos, las ideologías en el poder público o sus opositores; luego, estamos tocando los “dinteles de la gloria” de la psicología política. La resistencia al cambio de cuáles, no conocemos sus racionalidades, actitudes, emociones, comportamientos…, que nos permitan una valoración en todos sus sentidos. “Los revolucionarios” no han propuesto un cambio objetivo y material que impacte a la sociedad en su conjunto, salvo las emocionantes frases de campaña que ahí quedaron; entonces, quiénes son “Los conservadores” de los qué se debe desprender desacuerdo. Cómo acreditar la resistencia al cambio ante lo nuevo si no hay un discurso coherente que argumente lo que vendrá a sustituir a lo viejo y conocido. ¿En dónde se encuentran los que les es imposible cambiar o quiénes lo demoran? No puede haber resistencia al cambio sin propuesta de cambio. Los primeros obligados son la clase política desde el nivel constitucional de pertenecer a entidades de interés público, los independientes desde la trinchera ciudadana, la ciudadanía desde la participación y el diálogo. Sin propuesta de cambio no se revelan revolucionarios ni conservadores.